El Concilio de Nicea, un concilio sobre el que nos ocuparemos tanto detenida como detalladamente en otro momento, viene a ser uno de los acontecimientos históricos sobre los que más se ha escrito a lo largo de la Historia.
No en vano, se trata de un auténtico punto de inflexión de la cultura clásica, que supone el fin de una cultura griega que tiene su mayor esplendor en la Roma Imperial, y el inicio de la consolidación de un largo proceso de cambio de civilización hacia el cristianismo.
Pero en esta ocasión concreta nos vamos a ocupar sobre uno de los personajes más importantes dentro de este propio Concilio, el cual se celebró en Nicea: Constantino.
Constantino pasó a ocupar el poder supremo en el Imperio Romano en el año 306 d.C., pero fue hacia el año 313 d.C con la firma del Edicto de Milán, cuando se finalizó la persecución de la Iglesia, y le fueron devueltas todas las propiedades confiscadas (como bien sabemos, en la iglesia primitiva, la persecución estaba a la orden del día).
Pero la relación existente entre el propio Constantino y la Iglesia es hasta cierto punto compleja, puesto que, según se sabe gracias a documentos de la época, éste creía que Dios debía ser apaciguado con la adoración correcta, alentando la idea entre su pueblo de que él "servía al Dios de ellos" (Hall, p. 118.).
En este punto, y según defienden algunos autores, parece ser que la participación de Constantino en la propia Iglesia se centraba directamente en la esperanza de que ésta podía convertirse en una unidad para el Imperio.
Y uno de los objetivos de Constantino era el de preservar la paz en su pueblo, de tal forma que, en muchas ocasiones, utilizó algunos temas teológicos a su propio beneficio, dependiendo de si le ayudaban para algunas u otras cuestiones.
Y es que, en definitiva, hasta cierto punto la relación que existió entre Constantino y la Iglesia es un tema que aún continúa en debate, del que poco a poco y con los estudios adecuados, se van conociendo más informaciones.
Imagen | Kalipedia
Más información | Edicto de Milán