Anteriormente mencionamos en Sobre Historia el desarrollo del jainismo como reacción a los excesos de la religión de los brahmanes en la India del siglo VI.
Junto al jainismo, apareció la otra grande religión reformista de la época: el budismo.
Según la tradición, su fundador, Gautama Buda (566 – 478 a. C, aproximadamente), quiso alcanzar en un principio la iluminación a base de mortificaciones extremas según el modelo de otros ascetas, pero fracasó en su intento.
Por ello, se retiró totalmente a la soledad para entregarse a la meditación y logró vencer las tentaciones del demonio Mara, que intentó disuadirlo de la búsqueda de la verdad eterna.
Una noche, estando bajo una higuera, le llegó "la iluminación". A partir de este momento, Buda consagró su vida a enseñar su doctrina acompañado de un grupo de discípulos y, hasta su muerte, recorrió el norte de la India predicando. Sus seguidores afirman que hizo milagros y que, al morir, entró en Nirvana (la ausencia total del deseo, el fin del ciclo de las reencarnaciones).
Buda y sus seguidores bajo una higuera
Las similitudes, en muchos puntos, con el cristianismo, no son mera casualidad. El movimiento liderado por Jesús en el Cercano Oriente, fue fuertemente influenciado por este tipo de corrientes de pensamiento orientales.
La doctrina budista parte del dolor humano y se basa en la liberación del mismo. Predica que, ya que toda la vida es sufrimiento, es necesario suprimir ese sufrimiento a través de la eliminación del deseo, que es fuente de dolor, aunque sin recurrir a soluciones extremas, sino adoptando una necesaria moderación que conducirá la salvación (moksha).
En la suma de los actos de un individuo, buenos y malos, la caridad adquiere una gran importancia, y se acumula de una vida a otra. Existe, por tanto, una posibilidad para que el individuo detenga el curso del samsara, el ciclo de las reencarnaciones.
El budismo se presenta como una liberación del individuo, que se convierte así en dueño de su salvación. Esta es la meta que debe fijarse el hombre, y sólo es posible alcanzarla a través de una purificación personal.
El individuo logra la catarsis en el transcurso de innumerables existencias. Hoy, el budismo tiene poca incidencia en la India, pero es la religión dominante en países del sudeste asiático como Tailandia, Sri Lanka (Ceilán), o Birmania.
Luego de la muerte del Buda, se fijaron doctrinalmente las enseñanzas del profeta en varios concilios. Pasado un siglo, se produjo una escisión en el budismo de la que surgirían dos ramas: el budismo ortodoxo hinayana, o del “Pequeño Vehículo”, y el budismo mahayana, o del “Gran Vehículo”. Ambas ramas se diferencian en varios aspectos, siendo uno, por ejemplo, la idolatría de Buda (mahayana) o su prohibición (hinayana).
La importancia del budismo empezó a declinar a fines del siglo IV, coincidiendo con la llegada al poder de la dinastía gupta. Aprovechando que la población que identificaba el budismo con las monarquías extranjeras, los Gupta se volcaron al hinduismo en su afán de recuperar la identidad nacional india y volvieron a las tradiciones originales, que habían sido preservadas por los brahmanes.
Finalmente, el hinduismo recuperó la tradición brahmánica, pero atenuó su rigidez, dejando abierta la esperanza de la salvación. Esta religión vive en el deseo de escapar del ciclo ineluctable del samsara mediante la práctica cotidiana de ritos religiosos individuales, familiares o colectivos. Pero la influencia del budismo, en aspectos como la no violencia, el respeto por la vida, y el ascetismo, quedaron para siempre grabadas en el dogma del hinduismo.