Cuando se trata de la Revolución Industrial, es necesario tener una idea clara del período histórico al que se refiere. De hecho, no hay una, sino dos revoluciones industriales. La Primera Revolución Industrial es un proceso histórico que afectó a Inglaterra a fines del siglo XVIII y finalizó -según una periodización reconocida por los historiadores- alrededor de 1830.
Este proceso ha revolucionado efectivamente no solo la producción de bienes de consumo y la metodología de producción , sino también la sociedad en un sentido más amplio, dando como resultado un cambio importante hacia la urbanización a gastos de la mano de obra en el campo.
Qué fue la revolución Industrial
Sin duda, el elemento clave o que dio origen a esta revolución fue la gran patente de James Watt que propulsó un cambio profundo que dio alas a lo que posteriormente sería llamada como Revolución Industrial. Se trataba de la máquina de vapor, que se aplicó a la locomotora y de ahí se pasó a un avance tecnológico sin precedentes.
Por otro lado, una sociedad más liberal fomentó el que se introdujeran nuevos elementos que contribuyeran al avance industrial. Se necesitaba más carbón, se generaba más energía y se buscaba aumentar la productividad de los recursos propios. La mente se había abierto a la economía y la eficiencia.
A ello contribuyó también la política expansionista de determinados países que hizo que el capitalismo se expandiera por el mundo. Adam Smith, con su “Riqueza de las naciones” fue el pionero de este librecambismo, bajo la idea de que esa libertad influiría en el desarrollo de una nación pero también influyó el país en el que se originó.
Es por ello que queremos deciros que antes de que veamos con detalle todas las etapas de la revolución industrial, cabe añadir que es realmente importante que esta arrancara o se produjera en Gran Bretaña. Pocos libros de historia explican esto pero lo cierto es la revolución industrial fue posible debido a la existencia de una monarquía liberal y no absolutista, que consiguió evitar el panorama de revoluciones que en aquella época se extendían en otros países. Gran Bretaña estaba libre de guerras, y aunque estuvo involucrada en algunas, no se desarrollaron en su territorio de modo que pudieron ser el escenario en el que se gestó una revolución que tenía que ver con la industria y no con la guerra. A esto se unió una moneda estable y un sistema bancario bien organizado. El Banco de Inglaterra se fundó en 1694.
Cuál fue la primera etapa
La primera gran etapa de la Revolución Industrial fue la que se desarrolló entre los años 1760 y 1870. Fue un periodo marcado por los continuos inventos. En el año 1800, Volta inventaría la pila eléctrica. Stephenson inventó la primera locomotora de vapor en el año 1814. En 1825 se inauguró la primera línea de pasajeros.
En 1834 fue Richard Roberts el que ideó el telar y la máquina de hilar. En 1837, Morse inventa el telégrafo y se da el primer gran impulso a las comunicaciones. En 1863 se inaugura el primer sistema de metro del mundo en Londres. En 1868 se lanza el primer ferrocarril transcontinental…
Pero al mismo tiempo, la sociedad comienza a sufrir prifundas transformaciones marcadas por hechos que conducían a la implantación de unas ideas mucho más modernas y liberales. La Revolución Francesa fue fundamental para que esas ideas se propagaran por Europa.
Pero también la victoria de los ingleses en la Batalla de Trafalgar sirvió en cierto modo para fomentar el auge de la Revolución Industrial. Lo que a simple vista parecería una catástrofe para franceses y españoles, hizo que Gran Bretaña, la gran propulsora de la Revolución, se hiciera con el dominio del mar en el Mediterráneo. Se abrieron así las vías para un comercio global y al mismo tiempo los canales necesarios como para que las ideas librecambistas que tanto se defendían en Inglaterra llegaran aún más lejos.
Poco a poco, la semilla de una sociedad más avanzada basada en la tecnología iba floreciendo. En aquella primera etapa de la Revolución Industrial, la luz eléctrica, el gas y el transporte público (tres elementos básicos de cualquier sociedad hoy en día) habían venido al mundo. Se había pasado de ciudades alumbradas por petróleo y donde el único medio de transporte eran los carros de caballos, a viajar en máquinas de vapor y a tener alumbrado eléctrico.
Nos acercábamos al siglo XX con la ilusión de nuevos descubrimientos; con una febril actividad industrial y con una sociedad que se estaba acomodando a las ventajas que suponía gozar de unos avances tecnológicos que laboral y socialmente ofrecían una mayor libertad, confort y ocio. El optimismo creciente retroalimentaba la maquinaria de la Revolución Industrial.
Pensemos además que los cambios se producen en todas las estructuras de la sociedad que queda marcada por esos avances tecnológicos que antes os hemos mencionado, y a los que tenemos que sumar los cambios socioeconómicos y culturales.
Cambios tecnológicos como los que ya he dicho, con la industria del carbón en marcha y la máquina de vapor se mezclaron con cambios culturales que se plasmarán en un impresionante aumento de los conocimientos en todas las ramas, tanto científicas como técnicas y sanitarias. Los cambios sociales más notables derivan del crecimiento de las ciudades y el consiguiente éxodo en zonas rurales. Al mismo tiempo se produce un fuerte aumento demográfico, a consecuencia de la elevada natalidad y el descenso de la mortalidad catastrófica, dado que se produjeron también avances sanitarios, como las vacunas, y a una mejor alimentación de la población. Esto provocará que la población europea se multiplique en pocos años tanto por nuevos nacimientos como porque se alarga (aunque sea un poco) la esperanza de vida.
La sociedad comienza a desarrollar en este primer periodo una clase burguesa, pero a la vez el éxodo de población rural hacia las ciudades (la revolución agrícola disminuyó las necesidades de mano de obra en el campo) provoca el que aparezca una nueva clase trabajadora que se agrupa en suburbios cercanos a las fábricas, a partir de los barracones en los que viven los obreros. Es la clase trabajadora que tanto se desarrolló con los años y que en su origen se caracterizó por vivir de manera austera . En las fábricas tenían humedad, poca ventilación, ninguna seguridad laboral y jornadas que perfectamente superaban las doce horas diarias, trabajando siete días a la semana. En los suburbios superpoblados y sucios eran víctimas de epidemias de fácil propagación. La cantidad de personas afectadas por estas condiciones les lleva a organizarse para la defensa de sus intereses y aparecen los primeros movimientos obreros de protesta que desembocaron más adelante en el origen de lo que conocemos hoy en día como sindicatos.
Cuál fue la segunda etapa
Comenzó en 1870 aproximadamente. Y quizás fuera el invento de la dinamo la que diera un nuevo empujón a la carrera por la modernización tecnológica. La obtención de fuerza hidroeléctrica gracias a estas dinamos permitieron transformarla en luz, y por ende, en energía para los nuevos transportes que iban surgiendo.
La era de los transportes daba un nuevo salto adelante, y por otro lado, la sociedad se veía recompensada con un nuevo elemento desconocido hasta entonces: el alumbrado. Las horas de oscuridad, de candiles y cera, quedaban atrás. Cuando en 1879, Thomas Edison presentó la lámpara incandescente la sociedad ya se había preparado para los grandes avances que, uno tras otro, iban a llegar en aquellos años de finales del XIX y principios del siglo XX.
Aquel desarrollo industrial se centró en Europa, donde el Reino Unido era el gran dominante; la potencia mundial cuyos tentáculos se adentraban en todos los continentes. Ellos fueron el perfecto ejemplo del significado de la Revolución Industrial.
En primer lugar porque crearon una industria textil con la que acumularon capital suficiente como para continuar con los estudios e innovaciones tecnológicas, y en segundo lugar, porque su vasto imperio colonial otorgaba el material económico y en materias primas como para afrontar con garantías la llegada de esta segunda fase en la que la siderurgia y el ferrocarril serían los elementos principales.
Sin embargo, aquella Revolución Industrial también tuvo sus puntos negros, que en este caso se reflejaban en la cada vez mayor explotación laboral. Jornadas de quince horas y el nacimiento de lo que Karl Marx definió como alienamiento de los trabajadores.
El éxito de la Revolución Industrial estuvo sustentado desde muchos puntos de la economía y la cultura, pues si la sociedad supo acoplarse y recibir con expectación todos aquellos avances y desde el punto de vista económico se estaba en una época de bonanza, también la apertura de nuevas rutas comerciales favoreció el engrandecimiento de todas aquellas naciones que se alineaban a ese nuevo progreso. En ello fue importantísimo también la apertura del Canal de Suez, en Egipto, en 1869, que permitió un comercio más fluido entre Europa y Asia.
Además las redes ferroviarias iban en aumento, y se comenzó una carrera loca por conseguir conectar, por un lado, las dos costas de Estados Unidos, y por el otro lado, los principales puntos comerciales de Europa. Por último, la presentación en sociedad de las primera líneas telefónicas de larga distancia permitió conectar en el instante a distintos puntos del mundo agilizando de este modo el comercio.
El ritmo de aquellos años parecía por momentos frenético. Era una carrera contrarreloj por ser los primeros en la que Inglaterra, Estados Unidos y Francia habían adquirido ventaja. Pero aquel imperialismo; aquella supremacía, no hizo sino crear más tensiones entre determinados países. Alemania e Italia se veían relegados y pronto surgieron los conflictos políticos… estábamos ante las puertas de la Primera Guerra Mundial.
En las líneas anteriores se ha mencionado brevemente que este proceso también tuvo sus puntos negros, resaltando especialmente el caso de la explotación laboral. Sin embargo, la Revolución Industrial cambió de manera radical la sociedad de la época y modificó totalmente las formas de vida de la mayoría de la población en muchos aspectos, siendo totalmente imposible explicar el devenir de la sociedad actual sin tener en cuenta los procesos derivados del avance de la Revolución Industrial.
En primer lugar, el aumento de las fábricas y su necesidad de disponer de mano de obra supuso que miles de personas dejaran las actividades que habían llevado a cabo durante generaciones en los cambios y fueran a la ciudad en busca de una vida mejor. Antes de la llegada de la Revolución Industrial, generalmente la producción manufacturera estaba a cargo de los gremios, asociaciones cerradas que ejercían un férreo control sobre los productos y las personas que los producían, haciendo imposible una producción libre en la que cualquier persona que así lo deseara pudiera participar.
Además de los gremios, en territorios donde el comercio era muy importante, como Inglaterra u Holanda, se había popularizado un sistema por el cual un empresario daba materias primas a algunas familias campesinas por un dinero para que realizaran una parte del trabajo de producción y luego se llevaba el producto para terminarlo de fabricar en otro lugar. Este proceso, bastante extendido en el ámbito de la producción de tejidos, no dejó de ser una actividad residual y eventual en los años previos a la Revolución Industrial, por lo que la mayoría de la población subsistía trabajando en la agricultura o la ganadería, actividades que apenas daban para sobrevivir.
La proliferación de las fábricas dio a muchas personas la posibilidad de optar por una nueva ocupación que, aunque enormemente dura, podía proporcionarles un jornal fijo con el que mantenerse, algo que las actividades agrícolas y ganaderas, siendo también enormemente duras, no estaba en condiciones de asegurarles, sobre todo en épocas de hambrunas o cuando los problemas meteorológicos hacían mella en la cosecha.
Por lo tanto, la Revolución Industrial supuso el primer gran éxodo masivo del campo a la ciudad. Las principales urbes que se beneficiaron de la Revolución Industrial multiplicaron su población en muy poco tiempo, algo para lo que no estaban preparadas, por lo que las condiciones de vida de los trabajadores que llegaban a ella eran enormemente pobres. El hacinamiento, salubridad y limpieza se hicieron constantes y, como ya se ha indicado anteriormente, las enfermedades y los problemas de todo tipo hicieron rápida mella en una población desnutrida que trabajaba hasta la extenuación. Pero, además de lo ya mencionado, también hay que remarcar que las ciudades y los gobiernos también se tuvieron que adaptar a este crecimiento desmedido y fue entonces cuando se empezaron a popularizar los sistemas de limpieza públicos y se instauraron normativas relacionadas con la salud pública y la construcción que fueron las bases de las legislaciones modernas para esos ámbitos, aspectos en los que anteriormente no se había reparado al no ser necesarios.
Además, la industrialización también mejoró la vida de la sociedad en general. La mejora de las carreteras y la popularización de medios de transporte cada vez más rápidos y efectivos también permitió que llegasen a la ciudad más alimentos en menos tiempo, lo que mejoró ostensiblemente la calidad de vida de las personas que vivían allí. Por otro lado, la disminución en los costes de producción permitió el acceso de mucha más gente a productos que anteriormente solo se podían permitir los más ricos, entre ellos productos de primera necesidad como la ropa o el calzado. Además, el avance de la industria del papel llevó también a la popularización de la prensa escrita y a la aparición de libros más pequeños a precios reducidos que podían ser adquiridos por la inmensa mayoría de la población.
Por último, la Revolución Industrial, a través de todas las mejoras que hemos mencionado y muchas más que trajo consigo, también hizo aumentar la esperanza de vida de la población en general y, pese a las truculentas condiciones de vida a las que tuvieron que enfrentarse los primeros trabajadores de esas fábricas, la calidad de vida mejoró enormemente con el paso del tiempo gracias a los avances industriales y a las medidas de protección y salubridad que se fueron imponiendo con el paso del tiempo.
¿Cuáles han sido las 4 revoluciones industriales?
Hasta ahora ha habido 4 revoluciones industriales. No se descarta que haya más, porque este acontecimiento se produce cuando la tecnología del momento transforma el mundo. Perfectamente podría producirse una revolución de nuevo.
La Primera Revolución Industrial surge a mediados del siglo XVIII en Inglaterra con la puesta en marcha de la máquina de vapor. Esta supondría un auténtico cambio en los modos de producción y trajo consigo la evolución de la siderurgia y la minería, además de la producción de alimentos y textiles.
La Segunda Revolución Industrial surge en el seno de la Primera Guerra Mundial, entre los años 1850 y 1870, extendiéndose hasta el año 1914. Esta vez los elementos que entran en juego son las fuentes de energía nueva que han aparecido como son el petróleo y la electricidad. Son avances que tienen lugar principalmente en Francia, Alemania, Estados Unidos, Japón y Bélgica. Los medios de transporte se aceleran con nuevos vehículos como son el ferrocarril y el barco de vapor. Esto permite transportar personas y mercancías a mayor velocidad. Se inventó también el telégrafo, el cine y el teléfono.
Luego hubo una Tercera Revolución Industrial tiene lugar en la segunda mitad del siglo XX. Está relacionada con la sociedad de la información y tiene como países protagonistas a Japón, EE.UU y países europeos, es decir, los que por entonces eran los líderes europeos. Hay un elemento clave que ya nos resulta muy conocido hoy en día: Internet. Y con él, los medios de interacción e intercomunicación. También es en este momento que empiezan a nacer las energías renovables, entre ellas la electricidad ecológica.
La Cuarta Revolución Industrial es la llamada «Industria 4.0». Y es bastante reciente, del año. De hecho, todavía estamos inmersos en esta transformación. Busca mejorar la eficiencia de los recursos y la productividad aprovechando la sinergia de las tecnologías de la información y las tecnologías operativas.