Las azañas de Alejandro Magno supusieron un torbellino de tales proporciones que aún hoy se puede hablar sin paliativos de un antes y un después de su paso por el mundo. Hacia la segunda mitad del siglo IV a.C., un pequeño territorio del norte de Grecia, menospreciado por los atenienses y tachado de bárbaro, inició su fulgurante expansión bajo la égida de un militar de genio: Filipo II, rey de Macedonia.
Alejandro Magno | Biografía
Alejandro III de Macedonia (Pela, 20 o 21 de julio de 356 a. C. -Babilonia, 10 o 13 de junio, de 323 a. C.), más conocido como Alejandro Magno, fue el rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta su muerte. Hijo y sucesor de Olimpia de Epiro y Filipo II de Macedonia, su padre, quiso prepararle para reinar, procurándole experiencia militar y formación intelectual encomendándole a la formación de Aristóteles.
Alejandro Magno dedicó los primeros años de su reinado a imponer su autoridad sobre los pueblos sometidos a Macedonia, que habían aprovechado la muerte de Filipo para rebelarse. Y enseguida —334 a. C.— lanzó a su ejército contra el poderoso y vasto Imperio persa, continuando así la empresa que su padre había iniciado poco antes de morir: una guerra de venganza de los griegos —bajo el liderazgo de Macedonia— contra los persas.
Alejandro Magno | Nacido para conquistar
Predestinado por dioses y oráculos a gobernar a la vez dos imperios, nieto e hijo de reyes en una época en que la aristocracia estaba integrada por guerreros y conquistadores, fue preparado para ello desde que vio la luz.
En el momento de nacer, su padre, Filipo II, se encontraba lejos de Pela, en la península Calcídica celebrando con sus soldados la rendición de la colonia griega de Potidea. Al recibir la noticia, envió en seguida a Atenas una carta dirigida a Aristóteles, en la que le participaba el hecho y agradecía a los dioses que su hijo hubiera nacido en su época (la del filósofo), y le transmitía la esperanza de que un día llegase a ser discípulo suyo.
Alejandro fue creciendo mientras los macedonios aumentaban sus dominios y Filipo su gloria. Herido su padre en Perinto, fue llamado a sustituirlo. Era la primera vez que tomaba parte en un combate, y su conducta fue tan brillante que lo enviaron a Macedonia en calidad de regente. En 338 marchó con su padre hacia el sur para someter a las tribus de Anfisa, al norte de Delfos.
Isócrates, había predicado la necesidad de que se abandonaran las luchas sangrientas en la península y de que se formara una liga panhelénica. Pero décadas después, el ateniense Demóstenes mostraba su preocupación por las conquistas de Filipo, que se había apoderado de la costa norte del Egeo.
Demóstenes, enemigo declarado de Filipo, aprovechó el alejamiento para inducir a los atenienses a que se armasen contra los macedonios. Al enterarse el rey, partió con su hijo a Queronea y se batió con los atenienses. Las gloriosas falanges tebanas, invictas desde su formación por el genial Epaminondas, fueron completamente devastadas. Hasta el último soldado tebano murió en la batalla de Queronea, donde el joven Alejandro capitaneaba la caballería macedonia.
Terminadas las campañas contra tracios, ilirios y atenienses, Alejandro, Antípatro y Alcímaco fueron nombrados delegados de Atenas para gestionar el tratado de paz. Fue entonces cuando vio por primera vez Grecia en todo su esplendor.
Alejandro Magno | El Asesinato de Filipo
Filipo, había reunido bajo su autoridad a toda Grecia, con excepción de Esparta. En el 337, a los cuarenta y cinco años, arrastraba una pasión desde su paso por las montañas del Adriático, y no dudó en volver a Iliria en busca de Atala, la princesa de quien se había enamorado. Después de veinte años de matrimonio, no dudó en repudiar a Olimpia y celebrar una nueva boda con Atala.
Alejandro, que amaba a su madre, no soportó aquella ofensa que el rey infería a su legítima esposa. Indignado, herido en su amor propio, el príncipe corrió al lado de su madre y le rogó que huyese con él. Con algunas pocas personas fieles, madre e hijo dejaron Pela para refugiarse en el palacio de su tío Alejandro, rey de Molosia en sucesión de su abuelo materno.
Filipo, dando muestras de arrepentimiento, prometió tributar a la reina los honores que le correspondían, pero ya era tarde Olimpias ya había conspirado con Pausanias para la perpetración de su venganza contra Filipo, aprovechando la boda de su hija Cleopatra con Alejandro de Molosia, durante la procesión nupcial, Filipo II fué asesinado por Pausanias.
Alejandro Magno | Rey de Macedonia
En sólo doce años logró tanto, que desde entonces se le conoce como Alejandro Magno. El padre del ilustre conquistador, que había llevado a Alejandro a campañas militares, lo preparó en muchas formas para que asumiera el reinado y, de hecho, en la importante batalla de Queronea le dio el mando de la caballería después del asesinato de su padre, Alejandro actuó rápidamente para hacer valer su autoridad, asegurar las fronteras de Macedonia y disolver una rebelión en Grecia. Después puso su atención en el sueño de su padre: la invasión al Imperio Persa.
Alejandro Magno | Las conquistas de Alejandro
Trabajó en la preparación de la guerra contra el Imperio persa, guerra comenzada por su padre, para quien había sido el sueño de toda su vida, y que se vio interrumpida tras su muerte. Es posible que entre los meses finales de 335 hasta la primavera de 334 hubiera realizado distintos viajes a Epiro y Atenas. En Epiro reinaba su hermana Cleopatra, la reina de Molosia, quien contó con su consejo.
Las conquistas de Alejandro Magno | Asia Menor
Batalla del Gránico y Asedio de Mileto
Pretendiendo seguir los planes de su padre de liberar a los 10.000 griegos que se encontraban bajo dominio persa, Alejandro cruzó el Helesponto, dirigiéndose hacia Asia Menor. Honró la tumba de su héroe Aquiles en Troya, en donde realizó una parada.
Alejandro estaba tentando mucho la suerte al atacar el Imperio Persa, el cual, aunque debilitado en algunos aspectos, todavía era un estado fuerte. La flota de Alejandro era inferior a la armada persa, la cual reclutaba sus naves de los fenicios y de otros pueblos costeros del occidente de Asia, además tampoco se podía decir que sus finanzas estuvieran en el mejor momento.
El ejército de Alejandro tendría que vivir fuera del ambiente rural y obtener victorias rápidas con el fin de hacerse de los recursos necesarios para continuar la batalla. La primavera del año 334 a. de C., Alejandro penetró en Asia Menor con un ejército de alrededor de 37.000 hombres. Al ejército lo acompañaban arquitectos, ingenieros, historiadores y científicos, indicación clara de la gran visión de Alejandro, así como de las expectativas optimistas que alentaba al comienzo de su campaña.
La primera contienda que se libró en territorio asiático, fue la batalla de Gránico, 334 a.C, que recibe su nombre del riachuelo Gránico, donde se desarrolló la contienda. Los sátrapas, nombre que recibían los gobernadores de las provincias de los antiguos imperios medo y persa, le hicieron frente con un ejército compuesto por 40.000 hombres, compuesto en su mayoría por griegos mercenarios. Alejandro estuvo cerca de la muerte en este combate, ya que un persa trató de asesinarlo por la espalda. Clito, uno de los hombres de confianza de Filipo, le salvó la vida asestándole un sablazo que le amputó la mano al agresor.
El ejército persa a pesar de ser un gran ejército comandado por Memnón de Rodas, ofreció una débil resistencia y fué vencido. Las ciudades griegas de la costa, se entregaron bien por miedo o por querer ser liberadas.
Conquistada también Halicarnaso, se dirigió hacia Frigia, pero antes, a su paso por Éfeso, pudo conocer al célebre Apeles, quien se convertiría en su pintor particular y exclusivo. Apeles vivió en la corte hasta la muerte de Alejandro.
En una cultura donde el oráculo tenía un poder excepcional en cuanto a las decisiones a tomar, a finales del 334 a.C., Alejandro decidió pasar el invierno en Gordión, ciudad que fuera corte del legendario rey Midas e importante puesto comercial entre Jonia y Persia y la antigua capital de Frigia.
Los gordianos plantearon al invasor un dilema en apariencia irresoluble. Un intrincado nudo ataba el yugo al carro de Gordio, rey de Frigia, y desde antiguo se afirmaba que quien fuera capaz de deshacerlo dominaría el mundo. Todos habían fracasado hasta entonces, pero el intrépido Alejandro no pudo sustraerse a la tentación de desentrañar el acertijo.
De un certero y violento golpe ejecutado con el filo de su espada, cortó la cuerda, y luego comentó con sorna: «Era así de sencillo.» Alejandro afirmó así sus pretensiones de dominio universal.
En la primavera del año 333 a.C., toda la mitad occidental de Asia Menor había caído en las manos de Alejandro, y las ciudades griegas jónicas del suroeste de Asia Menor habían sido liberadas del opresor persa. No todos estos estados querían ser liberados y, más bien, consideraban a Alejandro simplemente como su nuevo amo.
Las conquistas de Alejandro Magno | El Levante Mediterráneo
Batalla de Isos, Sitio de Tiro (332 a. C.) y Sitio de Gaza
Alejandro cruzó el Taurus, franqueó Cilicia y, en otoño del año 333 a.C., tuvo lugar en la llanura de Issos la gran batalla contra Darío III, rey de Persia. La superioridad numérica de los persas obligó a Alejandro a arengar a sus tropas, temerosas por la abultada superioridad del enemigo. Alejandro estaba seguro de su victoria ya que confiaba más en la inteligencia en el ataque que la fuerza bruta y sin control.
Mientras la batalla se desarrollaba con todavía un futuro incierto en cuanto a vencedores y vencidos, el Rey Darío III huyó, abandonando a sus hombres a su suerte, lo que provocó una verdadera catástrofe. Las ciudades fueron saqueadas, mientras que la familia del rey fue apresada, incluida su mujer y sus hijas, quienes fueron tratadas como rehenes.
Darío se vio obligada a presentar a Alejandro Magno unas condiciones de paz muy ventajosas. Le concedía la parte occidental de su imperio y a una de sus hijas, la más bella, como esposa. Se cuenta como anécdota que al noble Parmenión le pareció una oferta satisfactoria, y aconsejó a su jefe: «Si yo fuera Alejandro, aceptaría.» A lo cual éste replicó: «Y yo también si fuera Parmenión.»
Alejandro ambicionaba dominar toda Persia y no podía conformarse con ese honroso tratado. Para ello debía hacerse con el control del Mediterráneo oriental. Destruyó la ciudad de Tiro tras siete meses de asedio, tomó Jerusalén y penetró en Egipto sin hallar resistencia, precedido de su fama como vencedor de los persas, fue acogido como un libertador.
Al regresar por el extremo occidental del delta, fundó en un admirable paraje natural, la ciudad de Alejandría, que se convirtió en la más prestigiosa en tiempos helenísticos. La ciudad que habría de ser la capital del helenismo y el punto de encuentro entre Oriente y Occidente. Como no pudieron delimitar el perímetro urbano con cal, Alejandro decidió utilizar harina, pero las aves acudieron a comérsela destruyendo los límites establecidos. Este acontecimiento fue interpretado como un augurio de que la influencia de Alejandría se extendería por toda la Tierra.
Las conquistas de Alejandro Magno | Egipto
Alejandro se presentó a sí mismo como protector de la antigua religión de Amón y tras visitar el templo del oráculo de Zeus Amón en el oasis de Siwa, situado en el desierto Líbico, se proclamó su filiación divina al más puro estilo faraónico.
Los egipcios apoyaron en su lucha contra los persas a Alejandro, cuyos reyes habían dominado Egipto en dos ocasiones: de 523 a 404 a. C. (Dinastía XXVII) y de 343 a 332 a. C. (Dinastía XXXI). Le veían como su salvador y libertador y por decisión popular se le concedió la corona de los dos reinos, siendo nombrado faraón en noviembre de 332 a. C. en Menfis.
En la primavera de 331 ya hacía tres años que había dejado Macedonia, con Antípatro como regente, pero ese no fue motivo suficiente para hacerle regresar y prosiguió su exploración atravesando el Éufrates y el Tigris.
Alejandro Magno, no quería ocultar sus victorias al sol, tan importante en la cultura egipcia, por lo que desoyendo a Parmenión quien era partidario de atacar amparados por la oscuridad, durmió confiado y tranquilo mientras sus hombres se admiraban de su extraña serenidad. Había madurado un plan genial para evitar las maniobras del enemigo.
Su mejor arma era la rapidez de la caballería, pero también contaba con la escasa entereza de su contrincante, planeando el descabezamiento del el ejército a la primera oportunidad. Efectivamente, Darío volvió a mostrarse débil y huyó ante la proximidad de Alejandro, sufriendo una nueva e infamante derrota. Todas las capitales se abrieron ante los griegos.
Mientras entraba en Persépolis, Alejandro mandó ocupar casi de forma simultánea Susa, Babilonia y Ecbatana, donde se apropio de los tesoros persas y se adueñó de inmensas cantidades de oro y plata. En julio de 330, Darío moría asesinado. Beso, el sátrapa de Bactriana, había ordenado su ejecución después de derrocarle.
Las conquistas de Alejandro Magno | Mesopotamia – Batalla de Gaugamela
La batalla de Gaugamela se planteó casi como una partida de ajedrez, en la que cualquier movimiento era crucial; y no sólo estratégicamente, sino también moralmente. Alejandro Magno marchó de noche a ritmo forzado hasta situarse a apenas 5 kms de las tropas persas. Sabiendo que en sus tropas había espías persas, hizo correr el rumor de que atacarían esa misma noche, sin descansar. Los persas fueron informados oportunamente por sus espías, y se mantuvieron en pie toda la noche esperando el ataque. Sin embargo, Alejandro aguardó y sus tropas descansaron. Por la mañana, los macedonios estaban más descansados. Aún así, antes de atacar, Alejandro, a lomos de su fiel caballo Bucéfalo, cabalgó frente a sus hombres y tras arengarlos se dirigió directamente a Zeus.
Él era su hijo, clamó, hijo de un Dios, y la victoria tenía que estar con él, porque ningún dios podía perder. La moral macedonia al oir esas palabras subió. Se lanzaron a la carga utilizando la clásica formación oblicua de Epanimondas, la cual esperaban los persas que empezaron a rodearlos; sin embargo, para desesperación persa, la línea oblicua empezó a despalzarse hacia la derecha atacando uno de los lados persas. Se vieron sorprendidos y mandaron a la caballería asiática contra el flanco derecho macedonio. Estos se colocaron en cuña, atrayendo hacia sí a los carros falcados (carros que en sus ruedas llevan instrumentos cortantes), y cuando éstos llegaron se situaron en columnas, de modo que los carros pasaron por medio sin apenas hacer daño. Las lanzas volaron por el aire hasta clavarse sobre las aurigas persas y su caballería. Fue una carnicería que terminó por ahuyentar a toda la caballería persa del flanco derecho macedonio.
En el otro lado, los macedonios avanzaban, y Darío envió un gran grupo de caballería para envolver todo el ala izquierda de Alejandro, dejando así desguarnecido todo el centro del ejército persa. Era el momento que Alejandro esperaba. Había utilizado el señuelo de atacar las bandas para que los persas concentraran sus fuerzas en los lados dejando con menos defensas su centro. El Magno se lanzó a la carga con sus mejores hombres que habían quedado atrás. A sus flancos le protegía su propia caballería mientras él avanzaba por el centro, furibundo contra Darío directamente. Aún así, preveyendo que pudieran sobrepasar sus flancos, como así ocurrió, la columna central se dividió en dos, de modo que la retaguardia se volvió contra los persas que intentaban atacarle a sus espaldas.
Una vez más, Alejandro Magno había demostrado tener todos los movimientos posibles de aquella partida de ajedrez perfectamente estudiados, y además, tenía un ejército que ejecutaba al momento y con maestría todas sus ordenes.
Los persas huyeron en desbandadas al verse sobrepasado sus líneas, e incluso su rey, Darío, huyó cobardemente. Más de 100 kilómetros estuvo persiguiendo al rey persa que tanto le había decepcionado al huir de ese modo. Sin embargo, la muerte del rey Darío III, asesinado por uno de sus sátrapas, Bassos, para evitar que se rindiera, privó a Alejandro de darle caza.
La victoria de Gaugamela fue importantísima en la Historia de la Humanidad. Grecia se había unido a oriente. La cultura helénica con la oriental. El legado de Babilonia, de Egipto, de Mesopotamia, cayó bajo manos griegas y se unificó una gran parte del mundo bajo un Imperio que sentó las bases de una nueva civilización. En Susa se representó la boda de Oriente con Occidente, se unificó la economía, se creó un mercado grandioso, el avance comercial fue el impulso que necesitaba Europa…
Lo ocurrido después de la batalla de Gaugamela quizás fuera una locura o no. Pues el propio Alejandro quiso continuar con sus conquistas adentrándose en Afganistán, en la India e incluso se plantéo llegar hasta la misma China. Pero sus hombres estaban extenuados. Eran muchos años lejos de sus tierras, de sus gentes, y el motín de sus tropas se hacía cada vez más patente. Alejandro parecía haber enloquecido con sus propias victorias. Y sus ideales, según los que con tanto ánimo le seguían, se perdían y confundían con las costumbres orientales. Se le acusó de olvidar sus raices, tan puras, tan perfectas y mezclarla con sangre de «inferior calidad»… las tensiones a su alrededor enturbiaron sus muchos años de conquistas.
A los 33 años, Alejandro murió víctima del paludismo… o al menos , eso afirmaron, porque su muerte estuvo rodeada de muchas leyendas, e incluso el sitio donde se encuentra su cadáver es aún un misterio para el Mundo.
Una vez más, la soberbia, la avaricia rompió lo que tanto había costado conseguir. El Imperio se desmembró; la mujer y los hijos de Alejandro fueron asesinados, y las tierras conquistadas se repartieron entre sus generales, Seleuco, Lisímaco, Ptolomeo, Antígono y Casandro.
Las conquistas de Alejandro Magno | Persia – Batalla de La Puerta Persa
Darío III huyó hacia el este, con el resto de sus fuerzas que le quedaban, mientras que el vencedor, por su parte, tomó posesión de toda Mesopotamia, llegando a ocuapar Babilonia, que se rindió sin resistencia. Llegado a este punto, Alejandro Magno, inició la persecución de Darío, internándose en lo que ahora equivaldría a Irán. Susa, la vieja capital de Darío I, también se entregó sin resistencia, pero la conquista de Persépolis le supuso mayor esfuerto, donde quemó el palacio de la ciudad durante una fiesta. A pesar de todo, la conquisto y logró resarcirse, con las inmensas riquezas de las que se apoderó allí, gracias a las grandes conquistas y consiguientes saqueos de los Persas.
Alejandro, a partir de este momento, emprendió una larga expedición por las regiones más orientales del imperio, donde se había refugiado Darío III. Todas las ciudades fueron cayendo una a una, sin embargo, al ver que Alejandro estaba decidido a capturar a Darío, un grupo de nobles, entre los que se encontraban los sátrapas Besos, Barsaentes y Nabarzanes, tomaron a Darío como rehén, para así poder pactar con Alejandro y, al entregarlo, obtener del rey macedonio la independencia de las satrapías orientales que gobernaban.
Enterado Alejandro de estos sucesos por un grupo de persas fugitivos, emprendió una rápida marcha para llegar hasta Darío, mediados de julio de 330 a. C., pero poco antes de llegar al campamento de los sátrapas insurgentes, éstos apuñalaron a Darío al tener conocimiento de su llegada, y emprendieron la huida. Darío sólo sobrevivió unos instantes, agradeciendo el socorro que le brindó un destacamento macedonio. Se cuenta que Alejandro, al ver el cadáver de Darío, lloró y lo cubrió con su manto, diciendo la frase «No era esto lo que yo pretendía».
Alejandro prosiguió la conquista del imperio aqueménida, ahora con Besos como su rival ya que se había autoproclamado emperador de Persia con el nombre de Artajerjes V y con la excusa de vengar la muerte de Darío. No obstante, su duelo por Darío fue sincero ya que ordenó el traslado de su cuerpo a Ecbatana fuertemente custodiado, donde fue embalsamado y entregado a su madre para que oficiase los funerales por su hijo en Persépolis.
Igualmente, una vez que Alejandro hubo capturado a Besos, mandó condenarlo y ejecutarlo según las leyes persas por el asesinato de su soberano, que consistía en entregarlo a los parientes de Darío para que lo castigaran.
Los extranjeros que vivían en Persia se sintieron identificados con Alejandro y se comprometieron con él para venerarle como nuevo gobernante. En su idea de conquista también estaba la de querer globalizar su Imperio mezclando distintas razas y culturas. Los sátrapas en su mayoría conservaron sus puestos, aunque supervisados por un oficial macedonio que controlaba las fuerzas armadas.
Finalmente, llegó al alto valle del Indo, y se propuso atravesarlo para extender su imperio hacia aquellas regiones, pero sus tropas se opusieron a sus designios, y Alejandro comprendió que era peligroso afrontar la conquista de una comarca ignota con un ejército descontento, renunciando entonces a sus proyectos.
El regreso se hizo navegando por el Indo hasta su desembocadura, allí una parte de las tropas siguieron por mar hasta llegar a las bocas del golfo Pérsico, en tanto que otra parte emprendió el cruce del desierto de Aracosia, poco después entraron ambas en Babilonia, poniendo así fin a la larga expedición, que en el plazo de diez años había proporcionado a Alejandro un inmenso imperio. Era el año 324 a. de J. C.
Las conquistas de Alejandro Magno | La India
Como hemos visto, después de que Alejandro venciera a los últimos vestigios del Imperio Aqueménida liderados por Besos y Espitamenes en el 328 a. C., inició una nueva campaña contra varios reyes indios en el 327 a. C.
Dividió su ejército en dos fuerzas, la fuerza principal se dirigió al actual Pakistán a través del paso de Khyber, mientras una fuerza menor bajo el mando personal de Alejandro se dirigió por la ruta del norte, tomando por el camino una fortaleza en Aornos, el actual Pir-Sar, en Pakistán.
En la primavera siguiente, reagrupó ambas fuerzas y se alió con Taxiles, en realidad Ambhi, rey de Taxila, para enfrentarse contra su vecino el rey de Paura, Poros, quien decidió plantar cara a Alejandro. El ejército del macedonio era mucho más numeroso, pero Poros tenía una sorpresa, dos centenares de elefantes de guerra, cuya presencia amenazaba con volver inútil la caballería griega debido al miedo que causaban los paquidermos a sus monturas. Ambas fuerzas se encontraron a orillas del Hidaspes, los griegos en la orilla occidental, los indios en la oriental.
Poros, que había llegado antes a su orilla del río, se situó frente al ejército de Alejandro y se preparó para rechazar cualquier intento de cruce. La corriente en el río era fuerte debido a las lluvias monzónicas, y el cauce profundo, por lo que cualquier intento de cruzar por la fuerza provocaría enormes bajas. Consciente de ello, Alejandro se esforzó por encontrar un vado alternativo, y pasó las dos semanas siguientes desplazando a sus tropas arriba y abajo por la orilla, con el ejército de Poros siguiéndole sin perderle nunca de vista.
Tras las continuos intentos de pasar, localizó un buen lugar para cruzar, a unos 30 km río arriba de su campamento. Esa misma noche trasladó en secreto a ese punto una parte sustancial de sus fuerzas, incluyendo casi toda la caballería, con la intención de hacerla cruzar en secreto y sin oposición, se ha llegado a hablar de unos 10.000 infantes y 5.000 jinetes.
El contingente principal quedó al mando de Crátero, con instrucciones de cruzar el río tan pronto como no hubiera elefantes oponiéndose y Poros estuviera enfrentándose a Alejandro con la mayor parte de sus tropas. Entonces el ejército indio sería atrapado por un clásico movimiento de pinza de ambas fuerzas.
El cruce resultó más difícil de lo esperado, ya que para sorpresa de los griegos, lo que creían ser la orilla este, resultó ser una isla con un canal detrás. Aún así, toda la fuerza logró cruzar antes del alba y descansar un poco antes de marchar sobre el campamento de Poros, quien aún no sabía nada del vadeo. El rey indio despertó para encontrarse con que una fuerza indeterminada de griegos había cruzado el río durante la noche y se dirigía hacia su posición.
Poros convencido de que se trataba de una maniobra de diversión, mandó un pequeño contingente de caballería y carros dirigido por su propio hijo. Sin embargo, esta pequeña fuerza resultó aniquilada por los griegos, y el hijo del rey cayó en combate.
Al recibir las noticias, Poros decidió enfrentarse a Alejandro con el grueso de sus tropas y dejar un pequeño destacamento frente al grueso del ejército macedonio liderado por Crátero, a fin de impedir su cruce.
Los elefantes de Poros suponían un grave problema para Alejandro. El éxito del macedonio en sus batallas se debía mayormente a su habilidad para crear huecos en las líneas enemigas a través de los que poder cargar con los Hetairoi, la caballería de élite del ejército de Alejandro Magno, arma ofensiva que hacían las veces de guardia personal del macedonio. Esa era la táctica que le llevó a las aplastantes victorias de Issos y Gaugamela.
Sin embargo, los elefantes sembraban el pánico en los caballos. El simple olor de los paquidermos los volvía totalmente ingobernables. Poros conocedor de ésto, había desplegado a sus elefantes formando una línea compacta enfrente de su infantería, con la caballería dividida por igual en ambos flancos. Cargar contra la infantería en esas condiciones era imposible para la caballería macedonia, ya que la línea de elefantes era, a todos los efectos, tan impenetrable para ella como un muro de piedra.
Alejandro, situado a la derecha de la línea macedónica y decidido a no desperdiciar su caballería contra los elefantes de Poros, ordenó a un contingente de arqueros montados que disparase sobre la caballería del flanco izquierdo indio, y lanzó una carga contra la misma inmediatamente después.
Sin embargo, Alejandro no había llevado consigo a toda su caballería, ya que antes del asalto, Alejandro separó una gran unidad al mando de Coeno, con órdenes de volver grupas y pasar, ocultándose, por detrás de la falange macedonia, con el fin de atacar por sorpresa el flanco derecho indio. Esta maniobra, que resultaría crucial para el resultado de la batalla, logró pasar totalmente inadvertida a las fuerzas indias.
Como era de esperar, la caballería india del ala derecha empezó a dirigirse de inmediato en auxilio de sus fuerzas en el otro flanco, cruzando el aún vacío campo de batalla por delante de sus propias líneas en un intento de atacar a la caballería liderada por Alejandro, por su desguarnecido flanco derecho,y cortarle la ruta de regreso a sus propias líneas, pero su movimiento se vio interrumpido nada más empezar por el ataque por sorpresa de Coeno, que asaltándola desde el flanco izquierdo macedónico cogió al ala derecha india prácticamente por la espalda. Pronto quedó desbaratada y huyendo directamente hacia sus líneas, mientras Coeno y sus fuerzas, prosiguiendo su avance, campaban a sus anchas por la retaguardia india.
El ala derecha india se mezcló en su huida con la línea de elefantes, provocando un enorme caos en sus propias filas. Ese fue el momento en que Alejandro ordenó a la falange iniciar su avance. Hasta el momento había logrado aplastar a la caballería india mientras al mismo tiempo mantenía la propia lejos de los dañinos elefantes. La infantería macedonia, libre de la amenaza de la caballería enemiga, resistió una carga de los elefantes y logró ponerlos en fuga, aunque a costa de muchas bajas. En su huida, los animales aplastaban indiscriminadamente tanto a amigos como a enemigos, aumentando la confusión y facilitando el avance de la falange que les pisaba los talones. Crátero había iniciado el cruce del río, y aunque la fuerza principal apenas intervino, la batalla acabó con una rendición en masa del ejército indio, totalmente rodeado.
En la batalla del río Hydaspes, Alejandro ganó una batalla brutalmente peleada, cuando Alejandro manifestó su interés de adentrarse más en la India, sus soldados, cansados de una campaña tras otra, se amotinaron y rehusaron a continuar.
Alejandro accedió a sus demandas y estuvo de acuerdo con regresar, de modo que condujo a sus tropas por el sur de Persia, a través del desierto Gedrosiano, donde sufrió fuertes pérdidas a consecuencia de las abrumadoras condiciones del desierto.
Alejandro y lo que quedaba de su ejército se dirigieron a Susa y después a Babilonia, donde planeó más campañas. Pero, en el mes de junio del año 323 a. de C. debilitado por sus heridas, la fiebre y, tal vez, un exceso de alcohol, murió a la temprana edad de treinta y dos años.
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